Así es. Una niña, en compañía de su papá, estaba vendiendo limonada casera de manera inocente, en un festival denominado 'Lovebox' (caja del amor), cerca de su casa; en Londres, Inglaterra. De repente, las autoridades se acercaron al punto de venta y le preguntaron a su representante si tenía el respectivo permiso de venta.
Al responder de forma negativa a la pregunta (aclaro: nada hostil, si no respetuoso), las autoridades decidieron que no podían vender limonadas sin permiso de ningún tipo. Hasta ahí, todo está correcto, pues es obvio que se debe velar por la sanidad y la higiene a la hora de vender el producto. Pero la parte errática sucede cuando las autoridades deciden multar con 150 libras esterlinas (aproximadamente 200 dólares al cambio) a Andre Spicer; el desafortunado padre, en presencia de la chiquita de la casa; quien rompe a llorar de forma desconsolada.
No obstante, esta infamia se hizo viral y no tardó en recibir comentarios de apoyo, así como repudio a las autoridades por hacer este acto desmedido; que en una parte está bien hacerlo, pues es su trabajo hacer cumplir la ley y que todo esté correcto; pero siempre y cuando se debe saber hacer sin llegar a ese extremo tan penoso.
Este viernes (21-07-2017), este percance tuvo un final feliz, pues el Ayuntamiento decidió cancelar la deuda y dejar sin efecto el incidente; recordando además que los agentes deben hacer cumplir el orden teniendo siempre sentido común.
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