A veces quisiera no debatir ni
hacer pública mi opinión acerca de un tema que justamente ahora está en el
tapete. Un tema que en el que solo las personas que tienen cariño por la higiene
corporal y la buena presencia, pueden discutir y comprobar con las personas que
piensan que hay algunas cosas de la era victoriana son tan anti-naturales que,
por criterio propio, han decidido pasar olímpicamente de continuar haciendo
práctica de ellas. Y en todas esas prácticas ‘victorianas’ o ‘carreñistas’ –
dícese del término atributivo al Manual de Costumbres y Buenas Maneras; escrita
por Carreño en la Venezuela del siglo XIX- se encuentra la de rasurarse algunas
partes del cuerpo y mantenerlas aseadas; más que todo, las axilas.
Es
un error llegar a la afirmación banal de que usar perfume, rasurarse o
depilarse las axilas era una práctica del siglo XVIII o más temprano, en plena
entrada del Renacimiento. Es una práctica que se ha hecho mucho antes de que
hubiera civilización. De la edad egipcia; e incluso, de la edad de bronce, se
han documentado casos de hombres y mujeres que han recurrido a erradicar los
vellos de las axilas para que el indeseado aroma no se intensifique y sea fácil
de disimular con aceites aromáticos especializados. Es sabido que la higiene de
las axilas es imprescindible no sólo como una regla de buena manera, sino como
parte de una buena salud corporal; pues a pesar de que el aroma axilar es un estimulante
sexual natural con el que la naturaleza dotó tanto al hombre como la mujer – de
ahí a que en la axila crecen vellos; para retener ese aroma sexual-, resulta
que está hecho de bacterias que inciden en que, en vez de atraer, causen
repulsión; amén de que pueden causar enfermedades micóticas muy serias y pueden
ser indicio de cáncer linfático o de seno. Aunque también los químicos que
contienen los desodorantes, como el aluminio o el parabeno, puedan conducir al cáncer
más rápido que las propias bacterias.
A cualquiera de
las mujeres a las que tú les preguntes por qué opta por realizar esa práctica
de eliminar el vello axilar y recurrir a la atenuación de su aroma natural – o mejor
dicho, animal-, seguramente gran parte de ellas te va a decir que tener vello axilar
es lo más repulsivo que puede tener una mujer que quiera verse linda. Nada
bueno se hace con quitarle la razón a la gran parte las mujeres que gastan
cuantiosas sumas de dinero en recurrir a la depilación con frecuencia para
deshacerse de los vellos e incluso, tratamientos para hacer que la piel de sus
axilas no oscurezcan o tengan estrías. Ni hablar de dominar el arte de usar
desodorante sin que se le formen grumos; que es muy difícil para muchas mujeres
que forman parte del espectáculo al momento de pasar por la mencionada alfombra
roja y tengan que lidiar por el qué dirán de quienes odian – o mejor dicho,
odiamos- ver en la mujer semejante brillo de talco bajo el brazo; que de por sí
es repulsivo. Sé de algunas que han tenido que prescindir del indispensable
artículo de higiene con tal de preservar la belleza en las axilas.
Pero algunas dentro
del corriente ideológico marianista – lo extremo del feminismo – no piensan
igual. Creen que no tener vellos en las axilas implica tener inferioridad ante
el ‘macho alfa’ que puede portar vellos en las axilas sin que se les critique.
No crean, yo pienso que a nosotros los hombres también se les ve muy horrendo
tener vello axilar. Pero obviamente, y de forma muy tabú, se nos han vendido la
idea de que las feromonas que contiene el aroma axilar animal, ligado con un
perfume del agrado del hombre, implica mayor conquista sexual por parte del
macho. Todo ello que acabo de decir ha hecho que gran parte de las mujeres que
hacen vida en el movimiento feminista radical haya llegado a la práctica de dejarse
crecer los vellos de las axilas, para así emular el estímulo erótico del hombre
hacia la mujer que en un 99,99 % de los casos causa efecto contrario. Pues el
0.01 % restante prefiere tan descabellada idea por gusto parafílico aberrante.
Cual Marqués de Sade se tratase.
Antes de que
el movimiento feminista hiciera vida; es decir, que las mujeres comenzaran a
sentir los estragos de las vejaciones que el machismo imponía; por una
imposición religiosa de que la cabeza del hombre debe estar encima del hombro
de la mujer y por tanto, la mujer debía de hacer lo que el hombre diga y
ordene. Las prostitutas en la Francia del siglo XVII – y más tarde, en la América
de la era colonial e independentista- ejercían la práctica de lucir, a modo de
dominación, los vellos en las axilas a fin de emanar aroma y combinarlas con
perfumes de la época. Ellas creían que quien lucía mayor vello axilar, podía portar
más aroma animal y por ende, podía atraer más aberrados acaudalados dispuestos
a acostarse con ellas. Tal práctica fue heredada por las mujeres que se
desnudaban ante la lente y el fulgor de la pólvora en pleno siglo XIX y en los
primeros años del siglo XX. Hasta que se impuso la norma ‘victoriana’ dentro el
negocio más antiguo y lucrativo del mundo de eliminar y erradicar los vellos en
las axilas a fin de que quienes lucían como las mujeres que aparecían desnudas –o
en algunos casos, vestidas en prendas íntimas de la época- en gran parte de los
afamados retratos de reconocidos pintores, cotizarían más que las que
vulgarmente preferían dejar que crecieran hasta que parecieran un hombre
andrógino. Dicha práctica era realizada por ‘escorts’ o damas de compañía de la
más alta esfera; cual mujeres de esta época – ojo con esto: yo no estoy
diciendo que todas aquellas que recurren a esta práctica que voy a mencionar
sean putas, porque ese no es ni el caso ni algo lógico- se hacen retoques quirúrgicos
estéticos en tetas y culo, además de cumplir religiosamente sesiones de
entrenamiento de gimnasio.
Pues hoy en la
actualidad, con este ‘boom’ que ha ocasionado el movimiento #metoo; a raíz del escándalo
ocasionado por los crímenes del ex productor de cine Harvey Weistein – y quién
sabe si se confirme lo del afamado ex productor del canal Nickelodeon, Dan
Schneider-. Se ha respaldado la tesis de que la belleza natural, esa que reza
que es un error depilarse las axilas pues forma parte de la naturaleza humana –
ya no se basan en la igualdad de género aunque en algunos casos se mantiene-
debe prevalecer y estar de moda. Pensábamos que teníamos suficientes con las afirmaciones
marianistas; propias de revistas como Cosmopólitan, en las que no importa si no
usas desodorante, no te bañas, si eres gorda y no te agrada el maquillaje,
igual eres deseable por el hombre. Déjenme decirles a aquellas que quieran
seguir los aberrantes ejemplos de ‘estrellas’ como Miley Cyrus – que finalmente
hizo bien en depilarse las axilas-, Lola Lourdes, Paris Jackson y Bella Thorne,
no esperen a que nosotros aceptemos que se metan en nuestras camas con las
axilas hediondas y peludas. Hoy día muchos de nosotros nos matamos para oler
bien y lucir ‘de punta en blanco’ a fin de conquistarlas y complacerlas en lo
que se merecen hasta en lo que humanamente podamos. Yo sé que tampoco ustedes
se sentirían cómodas con un hombre maloliente y despistado. Este retroceso a la
era de las cavernas debe parar ya. Somos animales, sí. Somos primates, sí. Pero
somos seres racionales que hemos evolucionado como para que tengamos que
comportarnos a estas alturas como neandertales y tener que recurrir, por ‘amor
a la naturaleza’ – vamos, que no se puede malinterpretar la filosofía de la
defensa de lo ecológico- a prácticas antihigiénicas como la de dejarse crecer
los vellos en las axilas. ¡No retrocedan, por amor a dios!
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